Perdónate, Señor, si me ofendes.
Tantos años esperando mi momento,
...ntaitantos te he buscado sin cesar;
por fin te encuentro...
y no te veo,
no te intuyo, no te creo, ya no más.
¡¿Qué clase de broma es esta?!
Has tenido misiones a mares, dignas;
ha vevido tu cáliz cualquier gañán.
Es imposible
que no fracasen
si tu nombre enarbolan sin piedad.
Perdónate, Señor. Sí, me ofendes.
Cambia el rumbo en alta mar tu último vuelo
mientras pierdo otra oportunidad.
Y tú a bordo
de polizonte:
clamorosamente ubicua trinidad.
¡¿Con cuatro latas de jugo?!
Sintonizo cualquier Radio Esquizofrenia
cuando llega de tu hisopo la señal:
olvida todo,
no hay grandezas,
sólo tienes que creerme y no dudar.
Perdónate, señor Sí: me ofendes.
sábado, 19 de septiembre de 2009
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Ferdydurke en la orilla
Son las 5:35 de la mañana. Cuando se trata de andar a la deriva es francamente difícil imponerse una rutina y ser riguroso en su cumplimiento: no hay horas libres ni las hay tranquilas. Cuando de lo que se trata es de desgermanizarse, cualquier hora es perfecta para zarpar.
No ha querido Ferdydurke perderse mi silueta a contraluz, sobre los troncos todavía confiados en la quietud de estas aguas que ambos conocemos bravas. Me acompaña hasta la orilla canturreando, henchido, conocedor de la fecundidad de sus palabras.
Palabra fecunda Forma: frescura en la mirada no me falta. ¿Seré ya consciente de tu enorme influencia sobre la vida humana? Mi intención –te advierto– es hundirte en el océano. Desde esta misma balsa en que ahora partimos juntos sin rumbo, te lanzaré y en tu nombre ofenderé a Poseidón.
Palabra fecunda Inmadurez: frescura en la mirada no me falta. ¿Cómo hemos llegado a esto? Mi deseo –te aseguro– es desnudarte. Por ti emprendo este viaje ridículo y humillante; tú, mi Vellocino.
No concibo otra ambición que la de expresar y explicar, sanar y confesar. Así, sin champán que me bendiga ni brújula que me oriente, me voy.
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